lunes, 28 de noviembre de 2011

29 y 30 de mayo

29 de mayo



Expreso en fb mi idea sobre que sólo Sol debe decidir si Sol continúa. Esperaba más polémica, pero en general todo el mundo -en especial aquellos divididos y limitados como yo por trabajo+hijos+casa+obligaciones varias- está de acuerdo. Me gusta especialmente lo que dicen L.: “Las limitaciones de distancia, familia, trabajo hacen que no pueda estar físicamente el tiempo que deseo, por lo que no puedo tampoco dar ningún consejo a quienes están poniendo el cuerpo a la intemperie desde el primer día...” I. añade: “Lo importante es tener esto en la cabeza y en el corazón, se puede aportar desde muchos ámbitos, todo es implicación, trabajo y participación se haga como se haga. Lo interesante es continuar lo que ha comenzado, no perder este tren, aprovechar cualquier cauce y sumar.”

Me gusta, claro, esa perspectiva de que todo suma. Aunque mi naturaleza autocrítica a veces sospeche de esa idea y piense que es, más que un consuelo, algo todavía peor: una excusa. Una excusa para luchar desde la comodidad, cosa que intuyo imposible.



Por lo demás: feria del libro. Hoy me toca firmar, aunque las conversaciones siguen girando sobre lo mismo. Menos mal que estoy entre gente tan obsesionada como yo. Mi amiga I. me habla de la asamblea de Leganés. Más de 1.000 personas !y antes de terminar la asamblea, ya se habían creado los grupos de trabajo! Me quedo pasmada. Su puesto de trabajo -es periodista en un periódico local- peligra; pero la veo animada. Dice que todo lo que está pasando va cobrando un sentido para ella, que su historia personal nunca ha ido tan al paso como lo que pasa fuera.



Vuelve el cansancio. Paso la tarde leyendo y viendo deporte. Pensamiento final del día: sueño con un mundo en el que ver deporte no suponga contradicciones éticas.



30 de mayo



De alguna manera, me doy cuenta de que he empezado a despedirme de Sol. No sólo es el cansancio físico; más bien es ese sentimiento que se tiene cuando sabes que alguien que quieres se va al día siguiente, y una comienza a preparar la separación en su interior, vuelve a pensar en sus cosas, a retomar sus rutinas, para que la ausencia real, física, no la pille desprevenida y pueda así racionar el dolor. Intuyo que a Sol le queda poco, sé que tiene que ser así. Pero me resisto a verlo como un espejismo. No quiero que esto se convierta algún día en batallitas nostálgicas, autocomplacientes. Me doy cuenta de que a menudo tengo miedo, miedo al enfriamiento, a la disolución, a la frivolización.



Aún me gusta ir allí, pero en cierto modo es ir a ver cómo trabajan otros, y me hace sentir culpable. Sigo con los mismos problemas de horarios -la comisión de cultura, por ejemplo, que me interesa, se reúne a las 9 de la noche. A esa hora yo estoy pensando en cenas, duchas, preparando la jornada del día después, contando las horas de sueño hasta las seis de la mañana. Siento que la asamblea del barrio, por horarios, por número de personas, se me hace más manejable, más a la medida de mis posibilidades. Y no paro de pensar de qué manera me gustaría formar parte. Qué esperar de ella. Cómo podremos organizarnos entre miembros de la asamblea y entre distintas asambleas. Cómo será Sol sin Sol.

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