lunes, 3 de octubre de 2011

22 de mayo

22 de mayo

Manuel me pregunta si voy a votar. Estos días pasados he estado diciendo que no lo tenía claro, y que me decidiría en el último momento. El momento ha llegado, pero no tengo una decisión tomada; si pienso en votar, no me siento en absoluto feliz ni satisfecha, sino más bien víctima de un chantaje que en realidad ocurre sobre todo en mi cabeza. Es una lucha entre mis convicciones, mi deseo -que es no colaborar con algo en lo que no creo- y por otro lado un lastre realista que me empuja a hacer cualquier daño posible (que es ínfimo, obviamente) a quienes con toda seguridad van a ganar.

Le digo a Manuel que le acompaño al colegio y decido a la vista de las papeletas. Pero en el fondo sé que en esto ya hay algo de rendición. Haga lo que haga voy a sentirme mal. Estoy casi convencida de que si voto será peor, pero no sé si podré evitarlo. Me pregunto hasta qué punto influye en mis decisiones actuales la imagen que guardo muy profundamente en mi interior: mis padres yendo a votar por primera vez. Su responsabilidad, su emoción, su miedo. Una vez más, me doy cuenta de que en nuestras reflexiones conscientes siempre influyen otras subterráneas. Esta idea, que doy por segura, me inspira tanta aceptación -resignación- como inquietud. Porque si al final son impulsos heredados, enterrados, los que deciden y hablan por nosotros, esto anula el peso de la reflexión, la fuerza de lo que decimos. Estoy pesimista. Una semana desde el 15M y hoy estoy agotada. Me va a a bajar la regla, por cierto. Otro argumento a favor del peso de lo irracional. Mis hormonas también votan.

Busco y no encuentro la papeleta de Izquierda Anticapitalista (más tarde, en casa, leeré que decidieron no presentarse a las municipales.) Cojo la de Izquierda Unida. La meto en el sobre con gesto de mal humor. Manuel me dice que nadie me obliga a hacerlo. Calla, y vamos a tomar unas cañas, le digo. Camino hacia el bar como si acabaran de darnos una mala noticia.

Cuelgo en fb mi contradicción: acabo de votar en la esperanza de arañar una microcentésima de poder a aquellos a quienes aborrezco. Hay una parte de mí que está realmente enfadada conmigo misma. He participado en la misma farsa contra la que afirmo luchar. Ahora mi indignación también es contra mí. Y contra un sistema que me obliga a la contradicción permanente.

Para contrarrestar mi humor, sigo leyendo todo lo que puedo sobre Sol. Nos han dicho que los periodistas, los artistas, los políticos, los fotógrafos, los dibujantes, los poetas, etc eran otros. Los profesionales. Mentira. Las fronteras se están diluyendo. Sólo hace falta darse un paseo por Sol, leer las crónicas, las propuestas, disfrutar las fotografías que se cuelgan. Sabemos mucho más de lo que nos dicen desde fuera. Sólo hace falta encontrar los cauces para compartirlo. M. dice que en cuanto caigan en la cuenta los profesionales oficiales sacarán un manifiesto, e intentarán aprovecharse de la lluvia de ideas que supone sol. Chist, calla, que como te oigan los "oficiales" sacan un manifiesto y se apuntan, no sea que de esto salga algo que pueda repartirse y no les toque... ains, cuanta miseria :)
Ya están en ello, seguro.

Hablo con mi amigo J. Por fin ha vuelto del camino de santiago. La primera broma me la esperaba: “Joder, cabrones, me voy una semana y empezáis la revolución sin mí!”. Hablamos sobre la necesaria convivencia de la consigna y del análisis profundo.

Me doy cuenta de que hoy no voy a poder ir a Sol. Además de la regla, me ha dado un ataque de ciática y llevo no sé cuántas noches durmiendo a ratos. Hace, además, un calor tremendo. Espidifen y lexatin. De lo que no puedo pasar es de la tele y del ordenador. Internet suma y sigue, me consuelo. Pero hoy todo me parece poco.

Me llegan noticias de la asamblea. Al parecer, gana la idea de continuar una semana más. Digo en fb: “Parece que en la asamblea se va imponiendo la idea de quedarse al menos una semana más. Yo creo, ahora mismo, que la acampada no puede ser indefinida por el riesgo de que se pierda fuerza. Pero opino que debe seguir hasta que salgan contenidos y formas de continuar más concretas. No puede disolverse sin más y menos el 22M, fecha representativa para ellos mucho más que para nosotros.”

A pesar del cansancio, la ciática, la tristeza, tengo la impresión de que puedo relajarme y cuidarme. La infantil y necesaria impresión de que otros velan por mí.

1 comentario:

  1. Ana, me gusta pasarme por aquí y ver cómo vivieron otros (en este caso tú) toda esta movida en sus inicios. Muchos hemos estado desde el principio, aunque desde la periferia de la periferia todo está muy diluido. De todos modos, suerte de internet. Sigo leyendo que creo que me pasó una crónica por alto.

    ¡Nos vemos el 15-O en las calles!

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