martes, 1 de noviembre de 2011

25 y 26 de mayo

25 y 26 de mayo



S., en fb, recoge algo que me parece buena idea, que ya he leído en otros sitios y que, esta es la pena, sería bastante difícil de organizar: una huelga general de consumo. Ahí les dolería, si fuéramos capaces.



Después de unos días de reflexiones algo más densas, vuelvo a reírme con las consignas y las bromas: “Si viene la policía, sacad las uvas y disimulad”. La brillantez anónima me fascina.



Éramos pocos y parió la abuela. Rouco Varela hace una aparición estelar: “Los problemas de los indignados tienen que ver con lo más profundo, su alma, su corazón.” Dicho así, si una no supiera de quién viene, podría tener hasta algo de razón. Aunque yo más bien diría que los problemas de los indignados tienen que ver con la falta de alma y corazón de otros. Cuelgo un enlace a sus declaraciones en fb, y alguien comenta: “ Tiene toda la razón: vendieron su alma y su corazón a cambio de un piso o un curro de mierda esclavizante.” Chapeau.



Más declaraciones tocanarices, esta vez de Sarkozy. Me toca en uno de los sitios que más me duele. “Ahora que Internet es parte integral de la vida de la mayoría de las personas, sería contradictorio excluir a los gobiernos. Nadie debe olvidar que estos gobiernos son los únicos representantes legítimos de la voluntad de las personas en nuestras democracias. Olvidar esto es arriesgar un caos democrático y consecuentemente, anarquía". Daría risa si no diera miedo. Alguien comenta, también en fb: “Estos neogobiernos como el del amigo Sarkozy, que pasan olímpicamente de inmiscuirse en el paro (ya lo solucionará el sector privado), en la banca (ya se regulará sola, y el BCE, que fije los tipos de interés, pero de prestar, ni un euro), en la educación y la sanidad (que se vaya pudriendo la pública y que quien pueda que se pague la otra), en la integración social (el que venga, que se integre o que lo jodan), etcétera... Ahora la han tomado con internet. Aquí sí que se van a meter a saco, ¿no? Para proteger al ciudadano, ¿no? Me callo lo que pienso que esto lo leen niños.”



No es que yo antes pensara que la gente es tonta, mucho menos aquella con la que tengo contacto a través de las redes sociales, poetas, narradores, periodistas, compañeros de trabajo, familia, lectores... -da igual cómo o por qué llegáramos a ser amigos o conocidos. Pero la verdad es que ahora diariamente me sorprendo de su cultura, de su capacidad de análisis, de su brillantez. Algo más que está cambiando: ¿habíamos hablado, pensado, reflexionado tanto nunca juntos sobre política? Yo al menos no. Yo he despotricado toda mi vida, pero pocas veces he intentado construir. Y aunque sigo sin ser una persona de calle, de primera línea, de acción, siento que junto a toda esta gente que está intentando ver más allá, estoy poniendo mi pequeña aportación y lo que estoy recibiendo me hace sentir afortunada cada día. Es como si todos nos hubiéramos desnudado, nos hubiéramos arrancado las caretas de conformismo, de normalidad, que la impotencia y el silencio nos habían pegado a la piel hasta confundirse con ella. Alguien dice: “Igual que la crisis es tautológica -nombrarla es hacerla existir- esto (supongo que esta comunidad que se está formando), también.”



No me olvido de Sol, por donde sigo pasándome al menos una vez al día, para pasear, leer carteles, escuchar un rato en las asambleas. Hasta hacer bulto -sumar presencia física- me hace sentirme útil. Pero voy comprendiendo -o sintiendo, mejor dicho- que Sol es una puerta, la puerta al salón donde hemos descubierto que podemos sentarnos juntos a compartir, a reflexionar, a mirar alrededor y hacia delante.



Mi hija me pone deberes. Me dice que le gustaría saber qué soy, con qué me identifico: ¿Anarquismo, comunismo...? ¿Qué? Su habitación parece un museo en construcción del 15M: careta de anonymous, carteles, pegatinas, consignas anarquistas en la pared... Me siento orgullosa de ella, porque entiende lo que está pasando, por qué está pasando y está llena de inquietudes y preguntas. Aunque no tengo, ni mucho menos, todas las respuestas. Ante su presión y la presión externa, digo: “Me piden que me posicione. Me pido posicionarme. Yo siempre he estado a la contra. Perdonadme que me lleve algo de tiempo aprender el a favor.” Aunque sé que en lo que pienso hay mucho de a favor. Incluso sin etiquetas, cuya utilidad no alcanzo a ver, no al menos tan profundamente como para tener la necesidad de comprometerme con ellas.



Se fue la alemana, por cierto, y todos los días nos preguntamos qué imágenes se habrá llevado en la retina. Si Sol ha dejado algún sentido, alguna huella, más allá de que fuera más difícil acceder a Zara o a El Corte Inglés.

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