sábado, 30 de julio de 2011

15 de mayo

15 de mayo

No logro recordar cuándo vi por primera vez la convocatoria de Democracia Real Ya. Me sorprendió, supongo que como a muchos, su desvinculación de cualquier partido, asociación, sindicato o movimiento conocido hasta la fecha. Quizá en otra época esto me hubiera hecho desconfiar, pero la necesidad de dar una salida a la impotencia hizo que empezara a difundirla por todos los medios a mi alcance.

El 4 de mayo leí y colgué en facebook un artículo titulado: “¿Quién es quién en las protestas en la Red?”, publicado en el periódico Diagonal, que comenzaba así: De forma descoordinada pero con el nexo común del hartazgo ante una clase política que continuamente se ve relacionada con casos de corrupción y alejada del bienestar de la ciudadanía, miles de mensajes se han agrupado bajo el nombre de estas cuatro ‘marcas’: No les votes, Democracia Real Ya, Estado del Malestar y Juventud sin Futuro. En el artículo, Fabio Gándara, uno de los portavoces de DRY, decía: “Ahora es el momento de salir de la red, de ir más allá de dar a una tecla. Necesitamos una nueva forma de comunicar. Utilizar un lenguaje inclusivo, que no sea light, pero sí reivindicativo”.
Supongo que esto llamó mi atención, aunque no me inoculó aún suficiente esperanza para evitar que al día siguiente, después de la lectura del periódico, tuviera ganas de meterme en la cama y taparme la cabeza con el edredón. Sin embargo, la contundencia y la claridad de los mensajes que acompañaban a la convocatoria -”Ha llegado el momento de rescatar a los ciudadanos”- ha debido de ir llenándome primero de curiosidad y luego de una cauta ilusión, que ha hecho que lleve ya varios días colgando carteles, enlaces, reenviando textos como este a todos mis conocidos:

todxs tenemos tiempo para hacer otras cosas para cerrar los ojos y pensar en dónde nos hemos detenido despegarnos de la pantalla y formar parte de la calzada donde comenzaremos a caminar con un sólo grito indignado que nadie nos diga que andamos vacíxs y sin bolsillos tenemos ansia por brillar con la luz propia de un enjambre de luciérnagas   Pasa este mensaje. Toma la calle   15.05.2011. 18h, en 60 localidades del Estado. No somos mercancía en manos de políticos y banqueros: http://democraciarealya.es/

Tan insistente he sido que esta mañana he sentido la necesidad de pedir disculpas cuando por última vez volvía a llamar a salir a la calle. Aunque, si soy honesta, no sé aún qué esperar de todo esto. Los últimos días he entrado en una especie de frenesí que me ha apartado de mis temores y deseos. Tuve la idea de recopilar y fotocopiar poemas políticos para repartir en la mani. Nada muy útil, pero no se me ocurrió otra aportación.

Salimos pronto de casa. En el metro, Manuel y yo nos hemos encontrado con el poeta Batania, al que hemos identificado a lo lejos por su pancarta: “Sin vivienda, no hay viviendo”. La cita es a las siete, con otros poetas, a las puertas de Banco de España. Mientras vamos subiendo las escaleras del metro hacia la calle, me doy cuenta de que estoy ansiosa y las piernas me tiemblan. Ya sé cuál es mi aspiración hoy: que seamos muchos. Para recuperar la confianza, para tener algo parecido a una esperanza (aún no sé si loca o modesta), necesito que hoy seamos muchos.

Lo somos, somos muchos. Nada más salir del metro, ya es complicado moverse y localizar a los amigos. La pancarta de Batania se convierte en nuestro reclamo. Por primera vez en mi vida, la multitud no me resulta agobiante: no es sólo que se cumpla mi deseo, sino que además el ánimo de la gente es contagioso, pareciera que todos estábamos esperando la constatación de que somos muchos para que la alegría se disparara sin cortapisas ni disimulos. Leo complicidad en las sonrisas, incredulidad en las miradas. Leo consignas indignadas, pero alegría en los rostros. No sólo es el número lo que nos hace felices, creo, sino que hay un nosotros que se constituye a partir de ahora. Tengo ganas de abrazar a todo el mundo, pero sólo sacudo el brazo de los amigos para celebrar la obviedad: nosotros somos muchos.

Reparto los poemas entre los amigos y nos dedicamos a entregárselos a gente que los recibe con curiosidad, dando las gracias. La mani tarda en echar a andar, quizá porque la cantidad de gente ha desbordado las expectativas, aventuramos. La alegría inicial va unida a una cierta perplejidad que va en aumento. No es una mani al uso. No hay siglas reconocibles. Las pancartas son caseras e improvisadas, hechas con cartones, folios, palos de escoba; las consignas despliegan un ingenio sin complejos, brillante; y una sorpresa más: estoy de acuerdo con todas. Lo llaman democracia y no lo es; Violencia es cobrar 600 euros; Nosotros somos más y estamos mejor desorganizados; Yo no soy antisistema, el sistema es antimí, No es una crisis, es una estafa; Que no, que no y que no (la preferida de Manuel; básica y expresiva, le digo; pues eso, contesta él, como yo...) Mis amigos y yo vamos leyendo las pancartas, comentándolas, entre risas y admiración. ¿Dónde ha estado escondida esta ironía inteligente de la que no hay ni rastro en los discursos, análisis y consignas de políticos, tertulianos y periodistas? Pienso en su zafiedad , en el tremendo aburrimiento y asco que me causan, cuando gritamos hasta desgañitarnos: Que no, que no, que nos representan...

La gente a mi alrededor no responde tampoco a ninguna idea previa: hay viejos con gorra y bastón, familias con niños, jóvenes tatuados y con rastas... Hartos, sí, pero sin ningún rastro de debilidad. Trato de entender qué nos une a todos allí. A la fuerza tiene que haber parados, pensionistas, gente que ha perdido sus casas por desahucios, trabajadores forzados a tragar con presiones diarias en sus puestos de trabajo... pero también gente como yo, con un trabajo estable, que puede pagar su hipoteca y sus gastos, que aún ve lejos su jubilación, y que no por ello acepta este estado de cosas, personas que se sienten insultadas por los privilegios de la clase política, por los beneficios de la banca y las grandes empresas, por que paguen los de siempre la avaricia de unos cuantos, y que saben que esto nos concierne a todos. Pienso en que cada uno de los que estamos aquí, más allá de nuestro hartazgo de injusticias abstractas, tenemos una historia que contar. La consecuencia concreta de las abstracciones.

(Pienso en J., que trabaja como repartidor para una contrata, poniendo el coche, la gasolina, toda su paciencia para aguantar a un jefe que lo humilla a la menor ocasión. Él paga las multas que le ponen por dejar el coche mal aparcado mientras entrega el reparto. Cuando el coche tiene una avería, no trabaja ni cobra. Descontando los gastos, le quedan alrededor de 500 euros al mes.

Pienso en R., que trabaja para una multinacional. A menudo hace horas extras que, por supuesto, no le pagan. Hace el trabajo de tres personas y tiene mucha más responsabilidad de lo que dice su sueldo de 1.000 euros.

Pienso en P., periodista, escritor, una de las personas más inteligentes y brillantes que conozco. Está en el paro. El otro día me contó que está pensando emigrar para trabajar en el negocio de hostelería de unos familiares en el extranjero.

Pienso en mí. Después de separarme, alquilé un apartamento, por el que pagaba 600 euros (yo cobraba 900, y si llegaba a final de mes era gracias a la compra que me enviaba mi hermana). Transcurrido un año, la mensualidad de una hipoteca estaba más baja que la de un alquiler, y mi familia me animó a comprar una casa pequeña, poco más de 30 metros, para mi hija y para mí. Pagué casi 170.000 €. A los tres años, debido a la subida del euríbor -a la fuerza hube de enterarme de qué era el euríbor- pasé de pagar 500 euros a casi 800. A los cinco años, cuando por circunstancias familiares, me decidí a comprar algo más grande, mi casa de 30 metros había bajado su precio en casi 40.000 euros. El notario con el que firmé la operación se reía: “Un gran negocio, ¿eh?”

Pienso en todas las historias con las que carga la gente a mi alrededor, historias que desconozco pero que puedo imaginar).

En la mani, la energía la ponen sobre todo los jóvenes, pero no me siento excluida, sino contagiada. Empiezo a creer que un inconsciente colectivo ha estado trabajando por nosotros. No sólo somos muchos: podemos organizarnos, coincidimos en los motivos por los que estamos aquí, y no estamos dispuestos a ser cómplices con nuestra victimización, nuestro silencio y nuestro abatimiento. Siento vértigo al darme cuenta de que no hay nada que no se pueda pensar ni decir. Lo que está ocurriendo es tan improbable que no puede quedarse en eso. Nuestra decisión de estar aquí nos ha autorizado a desear algo distinto, algo nuevo.

Siempre he oído que antes de decir que no, era necesario proponer. Pero ante el avasallamiento y la imposición de unas medidas a todas luces injustas, decir no se ha convertido en una cuestión de supervivencia. Y además: ¿cómo se puede proponer, pensar colectivamente cuando nos sentíamos aislados en nuestra impotencia? ¿Cómo hubiera podido transformarse el estupor individual en movimiento? ¿Cómo levantar la voz frente al muro construido por los que dicen tener propuestas y sin embargo copan los medios con un discurso que ignora los problemas cotidianos, los dramas pequeños y grandes de quienes los sufren? Por fin, aquí, algo parecido a una respuesta.

Mientras vamos llegando a Sol, pienso que nos ha unido la larga ristra de noticias que iban transformándose en ataques, cada vez más cercanos, hasta llegar al mismo núcleo de nuestras casas, de nuestras vidas. Sólo nos faltaba sentirnos una comunidad para responder a las agresiones. Hoy me siento parte de algo que no tiene límites. Y me doy cuenta de que hasta ahora ha sido muy cansado ser una persona sola. Que ya era hora de trabajar para ser nosotros, de relajarse en la palabra nosotros, de confiar en que sumándonos hay un nosotros.

Con este impulso -y ayudada por una charanga de más de cuarenta personas que no desfallece en ningún momento- la mani se hace corta. Dos animadores vestidos de banqueros nos recuerdan que mañana es lunes, que hay que ir pronto a casa, que hay que empezar a rendir y que ya vale de fiestas. Para llevarles la contraria, nos vamos de cañas. Iremos a trabajar, pero con resaca.

De camino a casa, me encuentro con mi hija. Ha ido a la manifestación con su padre. Me siento orgullosa cuando nos abrazamos y compartimos la emoción, la alegría. Me dice que ha habido incidentes, que ha estado en Callao, donde ha surgido una sentada espontánea, frente a la policía. Al orgullo se tiñe, por un momento, de miedo. Hay en ella una valentía que no es mía.

Sé que me costará dormir, pero en estoy tampoco estoy sola. Alguien escribe facebook: “Se hace difícil dormir, cuando se puede soñar despierto”. Soñar despierto. Hasta hace bien poco esa expresión me hubiera parecido cursi.

viernes, 22 de julio de 2011

5 de mayo



Leo el periódico como cada mañana:

  • Siria detiene a cientos de activistas en Damasco.
  • El FMI y la UE imponen un duro ajuste a Portugal.
  • Hillary Clinton: “Seguramente me estaba tapando la boca por la tos”.
  • Obama: “Que nadie dude: Bin Laden está muerto y el mundo es más seguro”.
  • Trabajadores de Tepco entran por primera vez en Fukushima.
  • El rey, cuatro días de visita privada en Marruecos.
  • José Antonio Morago (PP): “Ser bueno no es fundamental para gobernar”.

Nada especial en los titulares; en realidad más de lo mismo. La misma mierda a la que nos tienen acostumbrados. Pero hoy es uno de esos días en los que la situación me parece insostenible. Esta desprotección, este insulto continuado al sentido común, a la dignidad y los derechos de las personas, a la propia vida. Me siento vulnerable y deprimida.

Cuando llego al trabajo, escribo en mi estado de facebook:
Venía leyendo el periódico en el Metro y me han dado ganas de darme la vuelta y meterme en la cama. Necesito un cambio en mi línea editorial. Necesito encontrar algo esperanzador, algo que suponga movimiento, un cambio, aunque sea de perspectiva.

A media mañana, Beltrán Laguna, amigo y poeta, cuelga esta entrada en su blog:

Esta mañana, Ana venía en el metro leyendo el periódico y le han dado ganas de volverse a la cama. Un instante después ha pensado que mejor seguía para la oficina, pero que necesitaba encontrar algo esperanzador.Algo.
Hace un par de meses, leí Indignaos, de Stéphane Hessel y aunque el texto me pareció de una gran simpleza intelectual, creo que todos deberíamos leerlo. Al menos una vez. La idea central es sencilla y directa: si no nos indignamos con las injusticias no seremos capaces de reaccionar ante ellas.Reaccionar.Escribir una carta al director.
Ir a una manifestación.
Convocar la manifestación.
Pegar, con cola, los carteles de la manifestación.

Hacer sugerencias.
Poner una reclamación.
Decir que no y
decir “ya basta”.

Defenderse.

Apagar la luz.
Imprimir por las dos caras.
Comer, claro,
pero comer un poco menos.

Hacer poesía social.

Luchar por el amor:
pintar corazones
en las señales del tráfico.

Su intento de subirme los ánimos me parece conmovedor. Que alguien me acompañe en el sentimiento no cura la tristeza, pero hace sus síntomas más llevaderos. Al menos eso tengo entre amigos, poetas y blogueros. Pero tengo también los pies en la tierra, y las soluciones que propone Beltrán me parecen deseos bienintencionados, locos, imposibles.

Por sentido de la humanidad, o por narcisismo, o por lo que sea, todo lo que leo en el periódico lo tomo por una afrenta personal. Desde hace tiempo sólo aspiro a treguas y a seguir teniendo espacios donde quejarme y encontrar cierto eco. Hace unos días me proclamaba ciudadana de la república de internet. Sólo en internet y en la poesía encuentro un sentimiento de comunidad fuera del rebaño. Sólo ahí encuentro un nosotros, una realidad habitable porque en la medida de nuestras posibilidades refleja nuestras vidas, ideas, preocupaciones y aspiraciones. El lugar en el que las palabras recuperan su significado, ese mismo que les ha sido usurpado en la realidad oficial con sus discursos banales y huecos. El lugar donde podemos librarnos de la desconfianza, el miedo y la estupefacción. Esta es la única militancia que me permite sentirme cómoda y útil, y a ella me agarro.
Porque gracias a ella me llegan palabras como las de Beltrán: palabras que son compañía y consuelo y que me recuerdan que otro mundo, quizá no sea posible, pero, como dicen por ahí, va siendo cada vez más necesario.

¿De qué va este blog?

Hace unas semanas recibí el encargo de escribir un texto sobre el 15M, basándome en mis experiencias personales com simpatizante y participante en el movimiento. Mi primera reacción fue decir que ni hablar, que yo no había acampado, que yo no había formado parte de  ninguna comisión, que seguro que había cientos de personas que podían escribir sobre el tema con más conocimiento de causa que yo. Ante la insistencia de la persona que me hacía el encargo de parte de una editorial, finalmente me dejé convencer por sus argumentos, que básicamente incidían en el hecho de que yo era una persona "normal" -pónganse todas las comillas que se quieran-, con un trabajo, una familia, una casa, etc., pero absolutamente fascinada, entregada y convencida por las ideas y las maneras del movimiento 15M. Y como quiera que yo tenía recopilados apuntes, textos, enlaces, reflexiones, comentarios, etc, sobre todo a través de fb, pensé que sería un trabajo bonito escribir un texto a partir de todo ello.
El texto que escribí como prueba recibió la aprobación de los editores; sin embargo, ante la avalancha de libros escritos sobre el tema, al final la editorial se echó atrás. Pero qué queréis que os diga: yo me lo estaba pasando muy bien escribiendo, reescribiendo, obligándome a reflexionar. Y he decidido publicar en este blog, a modo de diario, tal y como fue concebido el texto, todas mis impresiones sobre el 15M. Como tengo que elaborar aún el material, iré colgando, en la medida que pueda, una entrada semanal. Un día a día que llega hasta la manifestación del 19J.
Las opiniones que aparecerán son las mías, pero enriquecidas con enlaces, reflexiones ajenas, fragmentos de artículos y sobre todo con los comentarios y conversaciones que he ido teniendo con todxs vostrxs. Cuando estos comentarios se hayan hecho en público, es decir, cuando sean fácilmente rastreables en fb o en blogs, publicaré vuestros nombres. Cuando no, sencillamente una inicial, a no ser que os reconozcáis y explícitamente me deis vuestro permiso para aparecer con nombres completos. Espero que esto -como ha sido hasta ahora y seguirá siendo- lo vayamos construyendo entre todxs.
Así que gracias. Ahí vamos.